Amor a la tierra
Zapopan es una de las ciudades más importantes de México, se ubica en Jalisco, a 540 kilómetros del centro del país y se le conoce como la Tierra del Maíz, pues anteriormente en el horizonte se veían grandes extensiones de espigas doradas de esa planta. Hoy en día, Zapopan tiene un importante desarrollo económico, pero a la vez fuertes desigualdades sociales, principalmente en las periferias de la urbe.
Y precisamente en uno de los cinturones de Zapopan, en la colonia Santa Margarita, -hace siete años- había un tiradero de escombros, plástico, basura, animales muertos, un lugar que era aprovechado por personas en situación de marginalidad. Hoy en día, ese espacio, es un Parque Agroecológico, gracias al “Colectivo Teocintle” que cambió completamente el lugar.
El Colectivo Teocintle, que agrupa a una veintena de personas, logró a lo largo de siete años, no sólo restaurar el baldío, si no enseñar prácticas sustentables a la población que habita a los alrededores.
El colectivo creó un espacio público arbolado donde se siembran hortalizas, frutas y flores; donde se ofrecen talleres a la comunidad de agricultura, y plantas medicinales. Tienen un gallinero; una biblioteca de semillas; practican el trueque y realizan temazcales, es decir, baños de vapor utilizados desde tiempos ancestrales para la curación física y espiritual.
Ángeles Ortiz Sánchez, directora y líder del Colectivo Teocintle recuerda que en 2013 tomaron el terreno abandonado de tres hectáreas para cultivar el amor a la tierra.
“A la tierra la cuidamos de toda agresión. No le agregamos cosas que la dañen, la denigren o la ofendan. Ella, (la tierra) con poco que le demos nos responde con vida”, dice Ángeles sentada dentro un quiosco de plantas que crecen dentro del Parque Agroecológico.
La vida de nuestro planeta depende del suelo, dice, por su parte Enrique Magaña Virgen, jefe del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara, pues es fuente de alimento y agua, regula el clima y evita inundaciones. En el suelo proliferan los microorganismos que mantienen en funcionamiento los ciclos de la vida. Es primordial cuidarlo por ser un recurso natural no renovable.
El Colectivo Teocitle admite que fue difícil restaurarlo porque al cavar para preparar las camas de cultivo seguían encontrando basura. “Era un área muy contaminada, pero cuando lo logramos, la recompensa fue inmensa. No sólo reestructuramos el suelo, también el clima y la fauna. Tenemos familias de tlacuaches, pericos, ardillas y nos visitan muchos pájaros”, dice Ángeles.
Esta transformación provocó un cambio social. Los habitantes aledaños encontraron en el parque un espacio de convivencia, un lugar para aprender de sustentabilidad ambiental, tomaron conciencia sobre sus hábitos de consumo y comprendieron de dónde vienen y cómo se cultivan los alimentos.
Luz Ortiz Guerrero, quien habita a 6 calles del parque explica: “Me hizo consciente de la alimentación sana, de la importancia de la naturaleza, y de cómo podemos ser autosustentables, porque en casa podemos tener productos básicos y ser autoconsumidores de forma sana, sin químicos”.
El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), fue el organismo público que acompañó desde un inicio al Colectivo Teocintle, y el que diseñó talleres sobre la preparación de leche vegetal, manejo de la soya; grados nutricionales de las hortalizas; uso de fertilizantes, combate de plagas y composta. Sin embargo, a raíz de la pandemia los talleres se suspendieron.
Ángeles dice “el conocimiento no pertenece a nadie, y es un deber entregarlo a la comunidad” y con esa idea ha promocionado la enseñanza dentro del parque, en especial la ancestral que respeta a las semillas por ser resguardo de los genes ancestrales; enseña además que los cultivos son para compartir; y promociona el Tekio, (en náhuatl Tequitl, significa trabajo colectivo por un fin común) es decir apoyar sin lucro; por eso acuden a podar pasto cuando otros huertos se los solicitan.
Como colectivo han concursado y obtenido financiamiento para la construcción de una cocina de bajareque, elaborada con barro y arena; y actualmente están edificando un comedor y tres aulas para la enseñanza de oficios. Además, buscan recursos para reparar la presa de geomembrana que captaba agua lluvia, pero que desafortunadamente este año dejó de funcionar.
Ángeles, experta en redes colaborativas y quien cocina un delicioso pan de nopal indica que el Colectivo Teoclinte lleva su nombre en honor al maíz, porque Teocintle en náhuatl significa grano de Dios.
Este colectivo formado por Guille, Victoria, Blanca, Irma, Lupita, Olga, Paola, Karla, Itzel, Luz, Gabriel, Jerónima, Rosita, Adriana, Georgina, Betty, Faby, Ricardo y hasta hace unos días, por Hermildo y Raúl (quienes fallecieron) ha promovido redes comunitarias a través de la agroecología y la agricultura urbana, pues para ellos, significa sembrar esperanza, fuerza y amistad.