Las semillas de la resistencia

Las semillas de la resistencia

El Colectivo Danza de la Palabra sembró maíz, frijol, calabaza, y girasol en una de las arterias más transitadas y caóticas de la ciudad. Hoy en día, ese pequeño sembradío ha reunido a los vecinos de 6 barrios quienes cuidan la cosecha, saben de composta y han aprendido a valorar el trabajo del campo.

El maíz es esencial para México. Es memoria, cultura, alimento y objeto de culto. Desde la época prehispánica hasta la actualidad sus granos han sido indispensables para alimentar a los 128 millones de mexicanos. Es tanta la fascinación y dependencia a este cultivo, que cada persona consume – al año- un promedio de 74 kilogramos de tortillas, elaboradas con maíz.

Sin embargo, gran parte de la población, y en especial quienes habitan en las grandes urbes de México han olvidado su importancia. Incluso desconocen cómo luce la milpa y de dónde se produce la tortilla. 

Pero en Guadalajara, la segunda ciudad más importante de México, capital del estado de Jalisco donde habitan 8.4 millones de personas, un grupo de personas que lleva el nombre de Colectivo Danza de la Palabra empezó a sembrar maíz -desde el 2016- en la Avenida Federalismo, una de las calles más transitadas y caóticas de la metrópoli, donde circula el tren ligero y transitan miles de autos por hora.

El Colectivo Danza de la Palabra, desde el 2016 ha sembrado maíz - el cultivo más representativo de México- en el centro de Guadalajara para crear comunidad y producir sus propios alimentos. Crédito de imagen: Cortesía de Coamil Federalismo 

Gracias a este sembradío decenas de personas de la ciudad han aprendido a cosechar sus propios alimentos, han elaborado abono orgánico y han revalorado a esta planta como símbolo identitario y cultural.

El plantío ya es un símbolo, pues disrumpe con el paisaje citadino. Las mazorcas sobresalen del cemento gris. El verde de sus hojas resalta del horizonte repleto de automóviles.

“Quisimos aprender a producir nuestros propios alimentos y apropiarnos de un espacio público poco convencional”, comentan tanto José Eduardo Villalpando Ruíz, doctor en ciencias sociales y Antonio Aguirre, experto en restauración de bienes inmuebles y gestión cultural, ambos miembros del Colectivo Danza de la Palabra.

En un principio, las autoridades gubernamentales cortaron los tallos alegando que no eran parte del paisaje, hasta que los vecinos comenzaron a defenderlos. Hoy en día, la siembra del Maíz o “Coamil Federalismo” reúne a 6 barrios de los alrededores quienes cuidan el plantío y han cosechado también frijol, calabaza, amaranto y girasol.

En los cincos años de trabajo, el Colectivo Danza de la Palabra se dio cuenta que la luz que emiten las luminarias afecta al metabolismo de la planta y que el “maíz palomero” es la variedad que crece mejor en la ciudad.

Además, a un costado de la siembra, instalaron dos grandes cajas de composta para transformar los residuos orgánicos en abono. Estos composteros son únicos en la urbe, por ello recurren cientos de personas a dejar ahí sus restos. En un mes han obtenido hasta 420 litros de composta. Incluso funcionarios públicos de dos ayuntamientos asentados en el campo han pedido asesoría para diseñar estas cajas en sus comunidades.

Los vecinos al “Coamil Federalismo” se han unido y organizado en cuadrillas para atender la siembra y mover la composta. Aprendieron a través de la práctica sobre los ciclos ecológicos y del clima. Valoraron el trabajo del campo. Organizaron talleres de comunicación vecinal. Están por empezar una cuadrilla sabatina de “¨Poder Femenino”. Y han hecho alianzas, trueques y vínculos de amistad. Son una hermandad que siembra comunidad.

Paola Cruz, vecina de la Avenida Federalismo indica que la cuarentena (a causa de la pandemia) le hizo comprender que necesitaba acercarse a la tierra y a su olor. “El contacto con la tierra te cambia de manera positiva. En el Coamil Federalismo hemos cosechado alimento y amistad”.

Vecinos participan en el taller de Intercambio de Saberes: Compostaje y Composteros Comunitarios. Crédito de imagen: Cortesía de Coamil Federalismo

Para Guillermo Ortiz, ha sido una experiencia muy agradable y novedosa. “Estoy muy agradecido pues hice cosas distintas y no sólo ir a plazas comerciales. Estar en el grupo me enseñó a armar los composteros, a reciclar la materia orgánica, a ser parte de la siembra”.

Mónica Jazmín García, quien participa en el grupo desde el 2016 dijo que ha aprendido de organización y cultivo de alimentos. “A falta de espacios destinados para cultivar, este Coamil ya era necesario en la ciudad. Entre todos hacemos simbiosis y resistimos”.

Antonio y Eduardo quienes idearon el proyecto explican: “la milpa nos define como mexicanos, es parte de nuestra genética cultural, y la siembra que crece en la Avenida Federalismo nos recuerda que no todo es urbe, que vinimos de la tierra”.

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