Guardianes de Holbox

América y su padre Gerardo Ávila recogen las botellas de plástico en la isla Holbox. Leogina Ávila.

Guardianes de Holbox

Leongina y Gerardo Ávila, y sus hijos América, África y Ángel viven al sur de México, en Holbox. Esta pequeña isla se extiende sobre 43 kilómetros de arena blanca adornada de palmeras brillantes por la brisa marina y rodeada del azul verdoso del mar caribeño.

Hoy, gran parte de la población de Holbox separa la basura, pero no siempre fue así. Hace tan solo tres años, la basura se acumulaba en la diminuta isla y la gente hacía poco por clasificar los residuos. Hasta que los Ávila tomaron cartas en el asunto.

Los Ávila iniciaron en 2017 un proyecto de conservación ambiental llamado “Ama Holbox” para separar y retirar los desechos de su isla, pues veían que -en el sitio de transferencia - la montaña de desperdicios llegaba a medir hasta cuatro metros.

En tres años han recolectado y separado 10 toneladas de desechos, 90 por ciento de ellos plásticos, y los han trasladado a tierra firme para su reciclaje. También usaron algunos materiales para hacer artesanía e involucraron en su proyecto a habitantes, voluntarios, turistas, hoteleros, restauradores, funcionarios públicos, organizaciones civiles y a la aerolínea AX Transporter.

Su motivación es que Holbox -que forma parte del Área Natural Protegida de Flora y Fauna Yum Balam - esté libre de desechos.

Cada día, la isla genera entre 7 y 10 toneladas de basura, según la Dirección de Residuos Sólidos de la Secretaría de Ecología y Medio Ambiente. Incluso esa misma secretaría de gobierno ha admitido que está rebasada en su capacidad para administrar adecuadamente la basura por los altos costos que esto implica.

Es tanta la basura que se ha acumulado en Holbox que la “estación de transferencia”, es decir el espacio de 45 mil metros cuadrados designado por el municipio para que los desechos esperen ahí mientras llega el ferry y los retira de la isla, está colapsada. La población considera ese lugar como un foco de infección.

Preocupados por la situación, los Ávila le explicaron a la población que ellos se encargarían de recolectar, almacenar, tratar y enviar fuera de la isla: bolsas, aluminios y productos plásticos como el polietileno tereftalato (PET 1) y el de alta densidad (PET 2).

La población se interesó y cooperó. Algunos donaron materiales para la elaboración de los cestos, otros ofrecieron dinero y unos más, su tiempo. La asociación civil Ecoce se comprometió a trasladar los residuos fuera de Holbox.

Gerardo Ávila traslada los desechos a su hogar en donde hará la separación del plástico junto con voluntario. 

Credito de la imagen: Cortesía de Ángel Ávila

Los Ávila construyeron manualmente 16 botes de malla metálica y recibieron otros seis del gobierno. Distribuyeron los 22 cestos en puntos estratégicos y les colgaron una manta que indica el tipo de material a depositar.

La solución es bella en su simplicidad: cuando los botes están llenos, la familia acude por ellos en su cuatrimoto o en sus bicicletas, los engancha, los traslada a su casa y en una mesa alta hace la separación de forma manual. Luego espera a que Ecoce pase por ellos.

El primer año recolectaron cristal y junto con sus amigos moldearon vasos, dijes, collares, anillos y lámparas. Sin embargo, suspendieron el trabajo artesanal cuando Ecoce se negó a retirar el vidrio de su hogar por ser un material pesado, y ellos ya no pudieron guardar en su sala tanto producto. Hoy conservan las tapas de refresco y con ello crean porta-vasos y llaveros.

En estos años, los Ávila se han dado a conocer dentro y fuera de la isla. La gente oye hablar de su labor por redes sociales, conversando con amigos o paseando por el archipiélago. A la fecha suman 210 voluntarios. También AX Transporter una aerolínea regional formó parte de la lista de interesados en Ama Holbox pues sus políticas empresariales van encaminadas a la conservación ambiental, por ello donó un botiquín médico y su personal asiste al trabajo de separación.

Claudia Huerta y Rogelio Silva consideran un trabajo heroico el que hace esa familia. “Con mínimos recursos han logrado despertar la conciencia en su isla. Nosotros les adaptamos una máquina para hacer waffles o gofres para que pudieran fundir el plástico con el que hacen los llaveros. Además cooperamos en recoger y separar desechos”, explica Claudia.

Educación para nadar con los tiburones

Sandra Thompson, una neoyorquina que vive desde hace 17 años en Holbox ofrece apoyos económicos a la iniciativa, que considera exitosa porque involucra a los mismos isleños y evita que la basura vaya al mar. “Gracias a su trabajo, nosotros podemos seguir disfrutando el nado con el tiburón ballena, las playas y los pájaros.”.

Eduardo Burgos, quien es voluntario desde hace tres años, explica que el manto marino y los peces tienen mejor salud por Ama Holbox. “este proyecto generó educación ambiental, nos ayudó a tenerle respeto a la naturaleza para que nuestro ambiente prevalezca sano para las siguientes generaciones”. Alan García, que también colabora como voluntario, agrega que cuidando la isla y sus manglares cuidamos los pulmones del mundo.

La familia Ávila ha sido muy resiliente. Han luchado contra el poco presupuesto y contra la apatía de algunas personas que siguen depositando en las estaciones de reciclaje desde pañales hasta residuos de perros. Sin embargo, la prueba más difícil la viven estos estos días, pues Ecoce desde marzo no ha recogido la basura a consecuencia de la pandemia.

Aún así los Ávila no claudican. Leongina dice que lo más importante es la enseñanza que deja a sus hijos y el amor que le tienen a Holbox. Su hija América explica que han crecido como seres humanos y se han unido como familia. Por su parte, África dice que ha tenido vivencias extraordinarias pues le emociona convivir con voluntarios y hacer que todos hagan algo bueno por el medio ambiente.

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