Un observatorio de aves salva de la deforestación a un área protegida en la Amazonía del Perú

Un observatorio de aves salva de la deforestación a un área protegida en la Amazonía del Perú

Un agricultor que trabaja madera ilegal dejó esa actividad por el ‘birdwatching’. Son 32 especies de colibríes, además de otras especies migratorias, las que visitan el observatorio.

Nórbil Becerra desde muy pequeño supo que lo único que necesitaba en su vida estaba en el bosque. Por eso desde los 16 años tomó las riendas de su vida y abandonó su región natal de Cajamarca, en Perú, para ir a la Amazonía. Llegó a Moyobamba (región San Martín) donde a los 19 años compró un terreno en Aguas Verdes, dentro de un área protegida: el Bosque de Protección Alto Mayo (BPAM). En ese entonces, alrededor del 2007, no le importó. Trabajó esa madera como carpintero durante 6 años.

Ahora, se arrepiente. Es consciente de la deforestación ocasionada. “Yo me decía, tarde o temprano, voy a perder (por la ilegalidad)”, recuerda el agricultor que en la actualidad tiene toda una familia a su cargo. 

Desde que nació su primer hijo, Nórbil quiso abandonar todo su trabajo anterior. Desde el 2013 cultiva a manera de agroforestería frutos locales como el café y la pitahaya, gracias a la asesoría de técnicos de la ONG Conservación Internacional (CI).

Gracias a su buena predisposición, Nórbil no dudó en pedir a los expertos de CI que le enseñen otras actividades sostenibles. “Les preguntaba a los ingenieros, ¿no hay otro tipo de trabajo? Es que en el tema del café sé mucho”, cuenta el agricultor. Entonces le dijeron que lo iban a llevar a un observatorio de aves en Cajamarca (San Ignacio, Jaén), la región donde había nacido.

Nórbil Becerra además del café, también cultiva y trabaja la pitahaya.

Image credit: Courtesy of Daniela Amico

La historia de un sueño

“Cuando fui [al observatorio de aves] me hizo cambiar todo mi plan de trabajo. Fue increíble”, asevera Nórbil. Había encontrado finalmente lo que había buscado e ignoraba desde niño en los bosques: las aves. 

Al inicio tuvo solo una hectárea de terreno para el observatorio. Mientras sembraba sus cultivos locales, buscaba alimentos para los pájaros. Sin embargo, durante los primeros 8 a 10 meses, ninguna especie vino. 

“¿Qué haces? Estamos abandonando el taller. Por qué arriesgas todo en eso que no da nada”, le recriminaban sus familiares. 

Hasta 32 tipos de colibríes recibe el observatorio en diferentes temporadas

Image credit: Courtesy of Adrián Portugal

“Hasta que un día vi un colibrí (Phaethornis ruber), y vi los frutos de mi trabajo”, asegura con alegría, Nórbil. Ya van 8 años de actividad del observatorio de aves de Nórbil, si contamos el 2020. Ahora su observatorio tiene un área de 12 hectáreas, pero no es suficiente. Para garantizar la conservación de las aves se requerirían 50 hectáreas más, que son las áreas vecinas y que abarcan hasta el río Serranoyacu. “Para asegurar la conectividad y se tenga un corredor biológico”, explica Luis Espinel, Vicepresidente Perú de Conservación Internacional (CI).

Espinel desde que conoció a Nórbil Becerra vio a una persona con bastante voluntad de hacer cosas. “Nórbil fue descubriendo solo (sobre la observación de aves) y nosotros empezamos a compartir la experiencia técnica  con él”, agrega Espinel.

En el observatorio de aves de Nórbil, ubicado en el predio de Aguas Verdes, actualmente se registran hasta 32 especies de colibríes. Son especies migratorias que pueden verse en diferentes temporadas. 

Nórbil Becerra cuenta que la importancia del observatorio va más allá de un simple negocio. Como se localiza en la zona de amortiguamiento del Bosque de Protección Alto Mayo, sirve de espacio seguro para especies migratorias que se trasladan desde cualquier parte de la Amazonía hacia el área protegida. A eso se le llama “corredor biológico”, dice Espinel de CI.

Lamentablemente, no todos los vecinos agricultores de Nórbil piensan igual que él. Aún deforestan. Pero ha logrado convencer a algunos para poder asegurar un área que garantice un ecosistema estable.

“Al comienzo los primeros visitantes veían con pena el lugar (el observatorio de aves) porque habían zonas deforestadas, pero luego de siete años he reforestado toda la zona con plantas locales y que alimentan a las aves”, dice Nórbil. Además, el agricultor y ahora experto en ‘birdwatching’, afirma que el observatorio cuenta con bebederos para aves; así como un comedor y habitaciones para los turistas.